Adam, Adriana y Lorena en Berlin
Cuando el centro nos informó sobre la posibilidad de participar en una experiencia Erasmus, no lo dudamos ni un instante. Sabíamos que era una oportunidad única, de esas que no se presentan todos los días, y que podía suponer un antes y un después tanto en lo profesional como en lo personal. Erasmus es mucho más que viajar: es una forma de aprender, crecer, conocer nuevas culturas, abrir la mente y, sobre todo, vivir.
Elegimos Berlín, una ciudad que nos llamaba la atención por su mezcla de modernidad, historia y diversidad. Desde el primer día, nos dimos cuenta de que estábamos en un lugar especial, donde cada rincón tiene algo que contar. Allí no solo desarrollamos habilidades profesionales, sino que también vivimos experiencias que nos marcaron, que nos sacaron de la rutina y nos hicieron reflexionar, madurar y ver el mundo con otros ojos.
Nos enfrentamos a nuevos retos: un idioma diferente, una cultura distinta, una forma de vida a la que tuvimos que adaptarnos. Pero también descubrimos lo gratificante que es superar obstáculos, abrirse a lo nuevo y compartir momentos con personas de distintas partes del mundo. Aprendimos a valorar más lo que tenemos, a confiar en nosotras mismas y a salir de nuestra zona de confort.
Índice
Estancia en Berlín
Durante nuestra estancia, descubrimos una ciudad joven, multicultural y llena de vida, pero también profundamente conectada con su historia. Berlín está marcada por los acontecimientos del siglo XX, y caminar por sus calles es como recorrer las páginas de un libro que nunca deja de enseñarte cosas.
Uno de los lugares más impactantes que visitamos fue el campo de concentración de Sachsenhausen, situado a las afueras de la ciudad. La visita nos dejó una profunda impresión, no solo por los hechos terribles que allí ocurrieron, sino también por la forma en que el lugar ha sido conservado para la memoria, el respeto y la reflexión.
También recorrimos la East Side Gallery, un tramo del antiguo Muro de Berlín transformado en galería de arte al aire libre, con murales llenos de mensajes de libertad, esperanza y cambio. Fue emocionante ver cómo algo que antes dividía, hoy se ha convertido en un símbolo de expresión y unión.
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Otro espacio que nos tocó especialmente fue el Monumento al Holocausto, con sus frías estructuras de hormigón que te envuelven y te hacen sentir la magnitud del horror vivido. En el centro de información subterráneo, pudimos leer testimonios de las víctimas y de sus familias, que nos hicieron comprender aún más el valor de la memoria.
La Puerta de Brandeburgo, hoy símbolo de la paz y la unidad fue en su momento testigo de algunos de los capítulos más decisivos de la historia europea. Estar allí fue como estar en un cruce de caminos entre el pasado y el presente. En Checkpoint Charlie, nos acercamos a lo que significó vivir en una ciudad dividida, marcada por muros, vigilancia y miedo, pero también por el deseo de libertad.
Mi nuevo rincón favorito de Berlín: Callejón Pollo Muerto (Dead Chicken Alley).
Sus paredes están llenas de pinturas, pegatinas, frases, nombres… Es arte vivo, va cambiando. En directo se ve mágico. Se dice que un grupo de jóvenes artistas, llamados “Dead Chicken”, se hizo con este callejón para expresar su arte libremente tras la caída del muro de Berlín, tras una época en la que hubo muchas tensiones y restricciones.
Otro lugar que visité fue Lilienthalpark
que combina un entorno natural sereno con un potente valor histórico. Es un lugar estupendo para pasear, disfrutar de los cerezos en flor, hacer deporte ligero o sentir el espíritu del sueño del vuelo que inspiró Lilienthal desde este mismo terreno. Un “pequeño parque grande en encanto”.
Esta experiencia Erasmus en Alemania nos ha aportado mucho más de lo que imaginábamos. Nos ha ayudado a crecer como personas, a tener más seguridad en nosotras mismas, a valorar otras formas de pensar y de vivir. Nos ha dado recuerdos que llevaremos siempre con nosotras, y nos ha enseñado que el mundo es mucho más grande y también más cercano de lo que parece.
Berlín nos ha dejado huella. Y si alguna vez tenéis la oportunidad de vivir algo así… no la dejéis escapar. Porque lo que se aprende en una experiencia así no cabe en los libros: se queda grabado en el corazón.
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